Mamás adolescentes… cada vez hay más
Estos días hemos visto desfilar grupos de jóvenes que entusiastas festejan su graduación. A todos niveles, pero especialmente secundaria, preparatoria o licenciaturas, el alboroto los caracteriza. Saben organizar la ceremonia, el baile, el viaje, y muchos no dejan atrás una acción de gracias en el templo.
Muchos de nosotros estamos siendo partícipes del cierre de este ciclo y como invitados observamos cuidadosamente el comportamiento de las nuevas generaciones.
Los jóvenes preocupados con toga y birrete se esmeran en posar artísticamente en las fotos, pues son estas imágenes las que quedan para el futuro. Observarlas tiempo después evoca el recuerdo, las amistades, los momentos.
No falta el discurso que añora y extraña a los que no pudieron concluir. Los jóvenes detienen por un momento su entusiasmo al recordar la historia específica de alguna de sus compañeras que transformó su historia drásticamente.
Para algunos son las carencias económicas, pero para muchas es un embarazo inesperado que deja a la jovencita y a su familia aturdida para su futuro.
El año 2008 registró el sector salud en todo el ciclo cinco mil 842 embarazos del grupo de edad entre 15 a 19 años, y 363 menores de 15.
La estadística en Durango de embarazos de adolescentes y jóvenes va en aumento. Sólo en el primer semestre se han registrado tres mil 419 en edad de 15 a 19 años, y 209 menores de 15 años.
Las cifras son evidentes, algo no esta funcionando adecuadamente. A mitad de año 2009 hemos superado el número de embarazos del año pasado, y si la tendencia sigue, al cierre de año la tasa de natalidad en este rubro de edades confirmará la inadecuada visión de la sexualidad que hemos desarrollado.
¿De quién es la culpa?
La raíz de la formación sexual está en la familia, pero la influencia que ejercen los medios de comunicación, los programas del sector salud y la sub cultura de la promiscuidad sexual en canciones, novelas y películas, también determinan desenlaces desfavorables. Hoy, adolescentes de secundaria se convierten en madres bajo la observación pasiva de toda la sociedad.
Es necesario despertar a una realidad que está comiendo el futuro de nuestras jóvenes. El sector salud se ocupa de alertar sobre embarazos inesperados y enfermedades de transmisión sexual, orientación y consejería para ambos sexos. Su catálogo le permite promocionar anticonceptivos, condones y hasta métodos quirúrgicos.
No nos hagamos de la vista gorda. La lectura real en los jóvenes se percibe: “quieren vivir la experiencia sexual sin consecuencias”. Y pese al cúmulo de información, se vuelve a rescatar la misma realidad. No es posible. Aún las parejas estables, los matrimonios, asumen que una sola relación sexual tiene la posibilidad de una nueva vida, a menos que se haya truncado quirúrgicamente esta posibilidad.
Ni condones, ni métodos anticonceptivos, aseguran que teniendo relaciones sexuales no haya como consecuencia la posibilidad de una nueva vida.
Lo preocupante es el dato que revela que jóvenes de secundaria tienen relaciones sexuales porque una ola de hostigamiento asfixia a quien no haya tenido esa experiencia. Con lagañas más en la mente que en los ojos, estamos enfrentando una realidad obvia. Lo que hace falta es Formación Sexual.
¿Es posible re-orientar?
Aprovechando el discurso que un ejemplar sacerdote dirigió a una generación de bachillerato, rescato su contenido.
“El hombre posee cuatro capacidades que Dios le concede para ser feliz y desarrollarse plenamente. La Libertad, que permite elegir y decidir sobre las opciones que enfrentamos. La Inteligencia, para adquirir conocimientos que nos hagan aprovechar todas las oportunidades. El amor, que va pincelando todas nuestras acciones con muestras de solidaridad, gratitud, servicio y alegría. Y finalmente la Fe, que es la que envuelve nuestra vida”.
La fe significa creer en la verdad. Somos criaturas con capacidad de discernir con humildad y asumir que un ser superior nos ha formado desde la eternidad, y que nos marca reglas o mandatos que, respetando la naturaleza, nos asegura un éxito en la vida.
Rescaté que mucho de su contenido tenía que ver con este tema realmente escabroso. Casi niñas enfrentando embarazos y a futuro hijos en esquemas disfuncionales de familia.
En ese contexto de la sexualidad, la libertad no significa hacer todo lo que se quiere, sino hacer todo lo que se debe. La inteligencia descubre que el sexo es un regalo de Dios porque por ello se transmite la vida. Admitir, además, que no es malo, como muchas generaciones lo percibieron, sino un acto de respeto.
El tercer aspecto es la piedra angular del tema en sexualidad. No es igual tener relaciones sexuales por placer que por amor. El amor verdadero descubre en la abstención, en el pudor, en la castidad, un ofrecimiento que hunde las raíces para fundar una familia.
Mientras más hondas esas raíces, más firme será la familia. El auténtico amor va gozando día a día la plenitud de una relación entre hombre y mujer que disfruta miles de oportunidades y no centra la atención aferradamente de que el amor significa sexo.
Sería inútil asumir tercamente que los embarazos prematuros que estamos constatando fueron por amor. Muchas adolescentes, aún sin embarazo, sufren conflictos amorosos, decepciones, depresiones por rompimiento sentimental. El amor necesita un grado de madurez que lo va dando el tiempo y la experiencia.
Las dos partes que conforman esta capacidad humana son: amor y orden. Quien tiene interés de formar a los jóvenes habrá de asumir esta realidad. El orden obliga a hablar con la verdad. Un amor ordenado descubre satisfacción en el sacrificio, en el ofrecimiento.
No solamente los jóvenes son infelices por vivir en desorden su sexualidad. Muchos adultos tienen la misma realidad, aún con esposa… la infidelidad es la experiencia de un amor desordenado.
Y por último la fe. Creer en la posibilidad de construir en otros a través de la verdad, sin engaños, sin esquemas lagañosos que empujan a nuestros jóvenes a la orilla de un barranco, hacerlos creer que un “curita” sustituye una excelente curación. Así es la formación en la fe, extremar todo cuidado para rezurcir una auténtica formación sexual.