Tener hijos, entre los siete factores clave que alargan la vida
Una mayor longevidad se suele asociar a factores como los avances médicos; tener una buena alimentación, con la dieta mediterránea como paradigma; o mantenerse activo físicamente y hacer ejercicio de forma moderada a partir de una cierta edad.
Sin embargo, hay otras cuestiones sociales, como contribuir al bien común, mantener viva la ilusión y la curiosidad, y continuar con una mente activa tras la jubilación, que también ayudan.
Pero, sobre todo, un factor determinante relacionado con la familia es sinónimo de una mayor longevidad: tener hijos. Así lo constataban dos estudios publicados en enero de 2016 y en diciembre de 2012 donde se mostraba que un mayor número de hijos ralentiza el envejecimiento biológico.
De hecho, entre seis de las personas más viejas del mundo hay cinco que tuvieron descendencia, la mayoría numerosa, y una sexta que no la tuvo contaba con el amor y la ayuda de su familia.
Esperanza de vida más alta, en Japón, Italia y España.
Es un hecho que la esperanza de vida en todo el mundo ha aumentado de forma considerable. Tanto es así que las edades medias de defunción, que hace unos años estaban alrededor de los sesenta años, han pasado a los 80 o 90 de hoy en día.
Así, la esperanza de vida mundial se ha situado en los 68 años para los hombres y 72 para las mujeres. Y si nos referimos a España, es de 79 para ellos y 85 para ellas.
“No se ha vivido nunca tanto como ahora, con medias de edad que pronto triplicarán la media de nuestros antepasados”, afirmaba recientemente Amand Blanes, investigador del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), en declaraciones publicadas el pasado 22 de mayo en La Vanguardia.
Pero, ¿qué comparten estos tres países para tener una mayor longevidad?
Siete factores clave
Es evidente que, de forma genérica, los avances de la medicina son un elemento clave para garantizar una mayor longevidad en todo el mundo, sobre todo en los países más avanzados, y este es un primer factor clave para alcanzar una mayor esperanza de vida. Pero hay más.
Comer bien. Un segundo factor importante es mantener a lo largo de la vida una buena alimentación, evitando al máximo cualquier producto tóxico. En ese sentido, la dieta mediterránea propia de Italia y España es una garantía de buena alimentación; al igual que la japonesa, ricas todas ellas en pescado y verduras.
Hacer ejercicio. La práctica del deporte o ejercicios físicos a lo largo de toda la vida, y mantener un ejercicio moderado a partir de la jubilación, es otra cuestión fundamental para llegar a ser un anciano o anciana saludable, siempre sin descuidar los controles médicos periódicos.
Al respecto, combinar ejercicios aeróbicos como nadar alrededor de 150 minutos a la semana, según los expertos, o la gimnasia orientada a fortalecer los músculos y la flexibilidad son buenos consejos.
Participar en la sociedad. Hay otras dos cuestiones que comparten los países mediterráneos y el japonés. Una es la participación en la sociedad, es decir contribuir al bienestar común, de manera que nos sintamos partícipes de una comunidad. La otra está relacionada con la red familiar y los amigos, factores todos ellos que protegen ante futuras enfermedades como el deterioro cognitivo.
Mantener la curiosidad y la ilusión. Del mismo modo, mantener la curiosidad y la ilusión cuando nos vamos haciendo mayores también ayuda a ahuyentar posibles daños cerebrales, como el alzhéimer.
Continuar activos mentalmente. “Los últimos cincuenta años hemos aprendido mucho sobre la vejez, y vemos la importancia de mantener una actividad mental después de la jubilación”, afirma Antoni Salvà, director de la Fundación Salud y Envejecimiento, de la UAB. Entre otras actividades, se recomienda participar en labores de voluntariado, practicar aficiones, viajar o ir a la universidad.
Tener hijos alarga la vida
Pero, un séptimo factor determinante para alcanzar una mayor longevidad, del que apenas se habla, es la vida en familia con descendencia, es decir que tener hijos alarga la vida. Así lo constatan dos recientes estudios.
El primero de ellos, hecho público a mediados del pasado mes de enero en la web CCM Salud y Bienestar, concluía que tener un mayor número de hijos ralentiza el envejecimiento biológico en las mujeres.
Se trataba de una investigación canadiense que había demostrado que en las mujeres que dan a luz más hijos los telómeros, regiones de ADN situadas en los extremos de un cromosoma relacionados con el envejecimiento celular, son más largos, lo cual es un indicador de mayor longevidad.
La investigación midió los telómeros de 75 mujeres con distinto número de hijos en dos ocasiones, dejando pasar trece años entre la primera y la segunda medición. Las participantes pertenecían a dos poblados indígenas de Guatemala y los resultados de la investigación fueron publicados en la revista PLos One.
De hecho, a medida que el hombre envejece los telómeros de los cromosomas se van acortando; y los investigadores de la Universidad Simon Fraser en Burnaby, Canadá, aseguraban que el estrógeno, una hormona producida durante el embarazo y que es además, un potente antioxidante, ralentiza el acortamiento de los telómeros.
Otra cuestión que destacaba el estudio es que las participantes en su estudio vivían en núcleos rurales donde las madres cuentan con más ayuda de su familia y amigos, lo cual les permite conservar una parte de su energía vital y ralentizar el envejecimiento.
El segundo estudio, publicado en diciembre de 2012, venía a decir lo mismo, o sea que tener hijos es sinónimo de una mayor longevidad; y que la tasa de mortalidad es entre dos y hasta cuatro veces más altas en las personas que no han tenido hijos a lo largo de su vida.
La investigación fue publicada en el ‘Journal of Epidemiology and Community Health’, y contó con la participación de unas 21.276 parejas, todas ellas habían iniciado el proceso necesario para un tratamiento de fertilidad en Dinamarca entre los años 1994 y 2005.
Durante el estudio nacieron un total de 15.210 bebés y otros 1.564 fueron adoptados por las familias a las que no les funcionó el tratamiento. De los adultos que comenzaron el estudio fallecieron 200 hombres y 96 mujeres, correspondiendo a una tasa de mortalidad de 51 y 117 por cada 100.000 personas en un año.
Tras el análisis de los datos, los especialistas pudieron comprobar que el hecho de tener un hijo podría relacionarse a un riesgo significativamente menor de tener una muerte a edades tempranas, sobre todo en el caso de las mujeres, ya que entre las mujeres que no tuvieron hijos las muertes por enfermedades o accidentes era cuatro veces más altas en cantidad comparadas a las de aquellas que tuvieron un hijo propio, y un 50% menor entre aquellas que habían adoptado a un niño.
Además, en el caso de los hombres la tasa de muerte fue dos veces mayor entre aquellos que no consiguieron volverse padres ya sea de forma biológica o mediante la adopción de algún niño, por lo que los resultados demuestran claramente que tener niños es sumamente positivo.
Las mujeres más longevas, con hijos
Por otra parte, cinco de entre seis de las personas más viejas del mundo tuvieron descendencia, en la mayoría de los casos numerosa, y en el caso de la sexta, que no tuvo hijos, ella destacaba la importancia del amor y ayuda que había mostrado su familia hacia ella, según la información publicada por La Vanguardia a que hacíamos referencia. Veamos los seis casos:
Misao Okawa, nacida en Japón el 5 de marzo de 1898 y fallecida el 1 de abril de 2015, o sea que llegó a vivir 117 años y 27 días. Comía tres veces copiosamente al día y dormía un mínimo de 8 horas diarias. Tuvo dos hijas, un hijo y cuatro nietos, y llegó a conocer a seis bisnietos.
Emma Morano Martinuzzi, italiana nacida el 29 de noviembre de 1899, es decir con 116 años largos, afirma que uno de sus secretos es la dieta. Su matrimonio acabó en 1938 y tuvo un hijo, que murió al poco de nacer.
Besse Berry Cooper. Vivió 116 años y 100 días (26de agosto de 1896-4 de diciembre de 2012). Entre sus secretos de longevidad, solo se preocupaba de sus asuntos y nunca consumía comida basura. E casó en 1924 y cuando murió tenía cuatro hijos, una docena de nietos y más de una docena de bisnietos y tataranietos.
Jirōuemon Kimura. El único hombre de la lista, japonés, nació el 19 de abril de 1897 y murió el 12 de junio de 2013, o sea que vivió 116 años y 54 días. Atribuía su larga vida al hecho de llevar una vida sana y en contacto con la naturaleza. Le gustaba mantener la mente en forma y a los 115 años estudió inglés. Comía tres veces al día, sin atiborrarse, con una dieta basada en el arroz, boniatos y calabaza. No fumaba, bebía alcohol de forma razonable y dormía mucho. Otro de sus secretos de longevidad fueron los siete hijos que tuvo y conocer a 14 nietos, 25 bisnietos y 15 tataranietos.
Dina Manfredini. Esta italo-estadounidense nació el 4 de abril de 1897 y murió el 17 de diciembre de 2012. Sus 115 años y 257 días de vida fueron el fruto de trabajar mucho y tomarse la vida con moderación. Estuvo casada y tuvo nietos y bisnietos. Vivió sola hasta los 110 años y fue muy aficionada a la jardinería.
Susannah Mushatt Jones (Estados Unidos). Nació el 6 de julio de 1899 y murió el pasado 12 de mayo. Sus 116 años y 311 días tenían que ver, según ella, con dormir 10 horas al día, comer cuatro cortes de bacón cada mañana, no tomar apenas medicamentos y no haber probado nunca el tabaco y el alcohol. Y, aunque nunca tuvo hijos, uno de sus secretos para alargar la vida era el amor y atención que le prestó su familia.